Toda mi vida he cargado con un secreto y esta es la primera vez que escribo directamente sobre ello: SOY LESBIANA.
Muchas veces he rememorado mi vida buscando indicios de cuándo empezó todo, conectando hechos que me hacían comprobar que “algo pasaba”. Pero no, nada pasó, el inicio de esto no existe, estoy segura que soy lesbiana desde que nací, es algo que no elegí, es algo que me fue dado, para bien o para mal.
He pensado en el Edipo, en el inicio de mi vida, mi infancia, mis primeras experiencias, siempre buscando una causa que me indique por qué soy así. Un Edipo mal resuelto, afirman algunos, puede originar una “desviación sexual”. La homosexualidad tiene múltiples causas; esa no la descarto, pero hay algo que me dice que eso no lo es todo. Lo único que sé es que la orientación sexual no se elige, pero puedes sentir que te condena a una determinada vida que tampoco puedes decidir. No me refiero al camino que es mío y lo transito, lo busco y lo sueño a mi modo, con mis pies y mis ganas, mi capacidad de caminar; me refiero al objeto de amor, a aquel de quien voy a enamorarme. Ese objeto de amor será, en mi caso, una mujer.
No hay día en que no piense cómo será esa mujer con la que decidiré pasar el resto de mi vida, cómo será la persona con quien me apoyaré para luchar por mi vida, por mis sueños, por mi derecho a elegir, a amar como me plazca. Me excuso diciendo que esperaré a la persona por la que valga la pena enfrentarse al mundo, aquella que me dará las fuerzas para gritarle a todos quién soy. Pero sé que no debe ser así, al final mis papás, mis hermanos y mis amigos, se enfrentarán conmigo solamente, porque soy yo la que tiene que comunicarles algo, porque soy yo la que necesita ser escuchada, la que ruega ser aceptada, aceptada como soy.
No nací simplemente siendo homosexual, nací con la condena de una batalla anunciada en defensa de mis ideales, en defensa de mí misma, de mi vida. Nací para luchar, debo luchar, porque en esta vida no me es dada directamente la libertad de ser. Esta vida que me tocó me advierte que debo enfrentarme al mundo y a mí misma si realmente quiero ser feliz, y realmente quiero. Debo luchar, aunque no quiera, debo luchar, aunque no me sienta lista debo luchar, porque me siento cada día como la otra cara de la luna deseosa por ser iluminada con la luz de la verdad, la misma luz que sólo yo poseo, la misma luz que mostrará a quienes quiero que estoy ahí, que siempre estuve ahí aunque no pudieran verme, aunque se taparan los ojos queriendo o no hacerlo, la que con su luz desea mostrarles su verdadero yo, parte de mi misma que siempre estuvo ahí soñando que la descubrieran.
He pensado muchas veces sobre ese momento que sé que va a llegar. Me veo a mí misma llorando pero fuerte, decidida a caminar por la vida con mi orgullo atrás, no con un supuesto orgullo que camina adelante y que pisoteo con mis pasos. Veo a mi familia despreciándome, otras veces apoyándome, algunas otras ignorando (negando) la verdad. Sé que algunos lo imaginan, pero no es una realidad hasta que me decida a compartirla.
Familia: SOY LESBIANA, no decidí serlo como tampoco decidí mi color de ojos, como tampoco decidí a mi madre ni a mis hermanos, pero forma parte de mí y me pertenecerá siempre, aunque no quieran aceptarlo. Pero les ruego que lo acepten, que me acepten y me digan que amar así no está mal, que amar es amar en cualquier terreno. Mamá, espero no decepcionarte aunque sé que lo haré; no quise nunca llevarte la contraria ni hacer algo que pudiera dañarte; muchas veces quise no ser homosexual para que tu jamás pudieras enterarte, pero no puedo, mamá, no puedo cambiar mi forma de ser, no puedo evitar soñar con una mujer como mi compañera de vida, así como tú escogiste a mi papá para siempre. Ojala pudieras entenderme y comprenderme, ojala pudieras aceptarme como soy. Mírame, mamá, sigo siendo la misma de siempre, tú hija, la odiosa, la que habla hasta el cansancio, la que sueña con viajar, la que te ama más que a nada en este mundo, mamá. Una vez pensé que jamás te lo diría, que cuando estuvieras en el cielo lo sabrías y lo entenderías porque tendrías a Dios a tu lado mostrándote la verdad, que soy feliz siendo quien soy, que mi única tristeza es mi miedo a perderte, que mis lágrimas representan la angustia que me envuelve cuando pienso en el momento de decirte la verdad, que mi único motivo de llanto es descubrir que no puedes quererme como soy. Mamá, por favor, te ruego que abras tu mente, que comprendas que sigo siendo yo, que sólo quiero amar de la forma que me hará realmente feliz. No puedo amar a un hombre, lo he intentado, pero no puedo, no me llena, no he sentido nada cuando un hombre me besa, la ilusión de un noviazgo heterosexual no existe, no sueño con casarme con un tipo y tener una familia como la tuya, quiero una familia diferente, pero una familia sería al fin, mamá, como la nuestra, llena de amor y de unidad. Sólo quiero hacer lo que hace todo el mundo, enamorarse abiertamente, disfrutar del amor sin tapujos ni caretas, mostrarme feliz sin sentirme culpable, vivir amando, mamá, y sintiéndome bien con ello. No quiero escondértelo para toda la vida, no quiero que vayas al cielo sin saber de mi verdad, sin saber quién es tu hija realmente, quiero que sepas, mamá, que SOY LESBIANA, quiero que me quieras siendo eso, porque seré tu hija siempre, quiero descubrir que me querrás para siempre también, que estarás a mi lado toda la vida, que puedo compartir momentos de felicidad, todos ellos, contigo.
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He llorado, he llorado mucho al leer lo que anteriormente escribí. Ojala algún día puedas leerlo tu, mamá, y que si lloras no sea de tristeza y desilusión por lo que soy, ruego que no sea por eso.
Mariposa